14 de febrero de 2017

Mundo de plástico, continentes de plástico (II)

El efecto combinado durante muchos años de la invasión del plástico en nuestras vidas y nuestra cultura de usar y tirar está teniendo sus impactos ambientales. Los residuos de plástico desechable que generamos cubren nuestra tierra (enormes vertederos) y también nuestros mares. En efecto, muchos de nuestros residuos plásticos acaban en el mar al ser directamente arrojados o indirectamente arrastrados por vientos y cauces fluviales. En general los residuos plásticos flotan y las corrientes marinas se los llevan mar adentro, hasta que se concentran en áreas marinas donde se crean masas de agua estables. 

Durante muchos años estos residuos sintéticos “desaparecían” en el mar, aunque algunos científicos ya sospechaban algo. En 1997, en una singladura a vela desde Los Ángeles a Hawai, el navegante Charles Moore se adentró en una zona poco frecuentada por barcos y se encontró casualmente con un enorme continente de plástico situado en el giro oceánico del Pacífico norte, el mayor sumidero de materiales plásticos del planeta, ubicado a 900 km de la costa de California y cerca de la costa de Japón.

Esta inmensa mancha, de 1,4 millones de km2 (casi 3 veces la superficie de España), está formada por unos 100 millones de toneladas de residuos de plástico que se mantienen en su sitio debido a las corrientes submarinas. Pese a su gran tamaño esta isla de plástico resulta difícil de ver (en fotos de satélites) y de localizar con radares.


Impresionado por su descubrimiento, Moore, heredero de una fortuna debida al petróleo, se convirtió en un investigador y divulgador de la contaminación marina debida a los plásticos. En 1999 fundó la Algalita Marine Research Foundation. Arrastradas por los vientos, las mareas y las corrientes marinas las partículas de plástico forman, junto con otros residuos, grandes zonas de remolinos donde se acumulan residuos pegajosos. Se han identificado cinco manchas principales en los océanos al Norte y al Sur del Ecuador, en la latitud de los grandes desiertos terrestres en Estados Unidos. Y se ha estimado que estos "giros oceánicos" ocupan casi el 40% de la superficie de los océanos del planeta.

Se estima que el 80 % de los residuos que forman estas islas de plástico procede de las costas (desde la costa Oeste de EEUU llegan en 5 años, desde la costa Este de Asia llegan en 1 año), mientras que el 20 % restante procede de vertidos desde barcos o plataformas petrolíferas, o incluso de boyas, redes, jaulas y tubos de plástico empleados en acuicultura (criaderos de ostras, de erizos de mar) que se sueltan en los temporales y desaparecen arrastradas por el mar.

Una de las atracciones del parque temático francés Futuroscope consiste en limpiar los océanos de todos los residuos de plástico que forman el llamado octavo continente.

Las consecuencias nocivas para la humanidad de esta "huella plástica" son diversas, algunas ya conocidas y otras aún por descubrir. Es sabido que los plásticos se degradan de forma muy lenta en fragmentos diminutos en un proceso que dura decenas de años.

Otro problema cuyo impacto trasciende lo medioambiental es el de los microplásticos. Los microplásticos son pequeños fragmentos (menores de 5 mm) de plásticos formados a partir de trozos mayores por la acción del sol o de las olas, o bien que se producen en estos tamaños, para la industria cosmética. Es también sabido que en muchas zonas las concentraciones de microplásticos en las aguas superan a las de plancton y otros organismos vivos y que cientos de especies confunden estos plásticos con su alimento natural, ingiriendo productos tóxicos que ocasionan alternaciones en los estómagos e hígados de peces y pájaros marinos. Y uno de los principales peces usados como cebo en pesca con anzuelo, el pez linterna, ingiere abundantes fragmentos de plástico, lo que amenaza el futuro como nutriente alimenticio de especies como el salmón, el atún, el pez espada y otros peces pelágicos que consumimos los humanos.

Resulta evidente que estos residuos de plástico proceden de la actividad humana. Cada año se añaden entre 8 y 10 millones de toneladas a esta isla de basura plástica. Entre la sopa de plástico se han encontrado cepillos de dientes, maquinillas de afeitar, jeringuillas, pelotas o piezas de Lego. Sin embargo nadie se hace responsable de este desaguisado, al estar en aguas internacionales. Prácticamente "nadie" pasa por ahí, el hecho se ha difundido poco -ojos que no ven, corazón que no siente- y ha dominado la desidia de las administraciones. Ante un problema de alcance planetario las normativas nacionales sirven de bastante poco.

En un estudio de Algalita en 2010 en los ríos Los Ángeles y San Gabriel en California, tomando muestras durante tres días, se descubrió que por estos ríos, que atraviesan los principales centros urbanos del sur de California, habían circulado arrastrados unos 2.300 millones de trocitos de plástico, desde espuma de poliestireno hasta pequeños fragmentos y bolitas. Las medidas tomadas por las administraciones han sido tapar alcantarillas o apantallar los cauces fluviales para que los residuos plásticos desechables no se vean arrastrados al mar.

Si no se toman medidas nos veremos realmente ahogados entre residuos de plástico desechable. Un estudio de la Fundación Ellen MacArthur estima que en 2050 el consumo de plásticos desechables será 900 veces superior al de 1980, que habrá en los océanos más cantidad de plásticos de que de peces y que el 99% de las aves marinas habrán ingerido plásticos. Sólo desde el punto de vista económico esto supondría arrojar al mar materiales de empaquetado plástico cuya producción costaría 120.000 M$. En palabras de Charles Moore, "mientras la humanidad no sea capaz de atajar el flujo de plásticos a los mares la principal amenaza a nuestro antropoceno no hará más que agravarse".

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) acaba de presentar una iniciativa para suprimir en 2022 las principales fuentes de residuos plásticos en el mar: los microplásticos y los residuos desechables de un solo uso. En paralelo a actuaciones empresariales, ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie para afrontar este problema? Básicamente replantearnos nuestros hábitos de consumo y renunciar a los plásticos duros desechables: no usar platos, vasos ni cubiertos de plástico, usar bolsas reutilizables para la compra, comprar productos a granel para evitar envases y embalajes, beber agua del grifo antes de comprar agua embotellada y no consumir cosméticos (jabones, pasta dentífrica, exfoliantes) que contengan microesferas. 

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