24 de febrero de 2016

La necesaria reindustrialización de la economía

Hace más de un siglo que la industria desplazó a la agricultura como ocupación de las personas y como motor de la economía. En paralelo a esta transición hubo cambios sociales, con desplazamientos masivos del campo a la ciudad, económicos con la consolidación de la economía capitalista y ambientales, con el deterioro causado por algunas industrias.

Tras muchas décadas de actividad industrial emergió el sector servicios para captar a muchos puestos de trabajo excedentes en la industria debido a la automatización y a la globalización de la economía.

La desindustrialización ha afectado a las economías más avanzadas del planeta y también a las de muchos países subdesarrollados. La economía de España ha mostrado una gran dependencia del turismo de sol y playa (low cost) y tras el declive del sector productivo el peso de la industria en el PIB no llega al 15%, frente a un excesivo % del sector financiero. Durante muchos años la industria ha sido relegada por el capitalismo especulativo, donde el ladrillo se convirtió en el motor de la economía española. El sol y el ladrillo han limitado el desarrollo económico de España. Hemos llenado la costa de urbanizaciones y de cemento, hasta llegar a la burbuja inmobiliaria y la crisis de 2008. El necesario cambio de modelo productivo debe basarse en varios pilares, entre los que la industria debe ocupar un papel fundamental.


El economista Roberto Velasco ha publicado recientemente el libro Salvad a la industria española. Desafíos actuales y reformas pendientes donde plantea la necesidad de volver a dar un mayor protagonismo a la industria. Las reformas que plantea tienen que ver con el mercado laboral, la educación, el tamaño de las empresas, el sector energético, la financiación de la empresa industrial y la actividad innovadora.

Una industria competitiva tiene una gran relevancia en la estabilidad económica de un país. Los países con mayor peso de la industria en sus economías han aguantado mejor esta crisis que los que han basado su economía en los servicios y el sector inmobiliario. Pero no solo es cuestión de crecimiento económico, sino también de empleo y de saldo en la balanza comercial. Con la economía europea en proceso de recuperación la España sin gobierno está ante una encrucijada que puede terminar con la salida definitiva de la crisis con una economía fortalecida o con el enquistamiento de una situación de desarrollo a baja velocidad y con un alto nivel de desempleo.

En algunas regiones de España existe una tradición y una vocación industrial, que convirtieron a España en un país industrial. La prosperidad de esas regiones, durante décadas las más avanzadas, se debe fundamentalmente a la industria y a unos servicios orientados a la industria. Una economía basada en los servicios tan solo puede ser viable si estos servicios se apoyan en una actividad industrial sólida.

La industria nos ha permitido llegar a tener un nivel de vida elevado, comparable al de otros países de nuestro entorno, así como alcanzar nuestro estado del bienestar. Pero este estado del bienestar solo se podrá mantener si se cuenta con una industria productiva competitiva, a la que se siga incorporando la inversión, la innovación y la internacionalización. Los retos de las industrias son la deslocalización y los costes energéticos. La defensa y el fortalecimiento del tejido industrial hasta que la industria vuelva a suponer al menos el 20% del PIB es una tarea que atañe a todos (administraciones, empresas y sociedad en general).

Hay que apostar por la reindustrialización de la economía, de forma que la industria vuelva a ser el motor del crecimiento económico (hay sectores en los que ya / aún somos referentes). Sin embargo de esto se ha oído hablar poco durante los últimos años. Tras las ayudas a la banca y a la construcción es el momento de ofrecer ayudas a la industria, hay que regenerar y desarrollar el tejido industrial por medio de planes de reindustrialización a largo plazo y con amplio consenso para remontar la crisis de forma permanente. Estos planes de política industrial debieran incorporar aspectos tales como:

- Oferta de suelo industrial bien dotado
- Apoyo a iniciativas industriales con procesos de alto contenido tecnológico y que generen empleo de calidad
- Creación de un banco público de inversión industrial (lo hay en todos los países de nuestro entorno)
- Apoyo decidido a la I+D
- Mejorar el vínculo entre universidades y empresas, de forma que el conocimiento fluya de forma natural, ya que el aprovechamiento por parte de la industria del conocimiento teórico es clave para aumentar su productividad

Sin una industria basada en el conocimiento, innovadora, internacional y sostenible no hay economía en el siglo XXI. Lo prioritario ahora en España es la creación de empleo y la competitividad. El reto de las industrias es integrar a los jóvenes en el mercado laboral y para ello hay que articular sectores capaces de producir bienes competitivos en los mercados internacionales. 

Es indudable que el futuro de una actividad industrial está en la innovación y en la internacionalización. Para conseguir una industria fuerte y diversificada en cualquier país es necesario el apoyo decidido a la I+D, (del que el 70% de su actividad es debido a la industria). En España, a diferencia de países como Francia, Alemania o Reino Unido, ha habido recortes a la I+D, una clara señal de miopía competitiva. La I+D+i debe ser la apuesta estratégica que se debe introducir en todos los niveles (formativo, tecnológico, empresarial), debe ser un elemento cultural que permita desarrollar una verdadera sociedad del conocimiento. Y en cuanto a internacionalización, el poder de internacionalización de la producción industrial es significativamente superior al de los servicios.

Pero no basta con planes de política industrial para que la industria pueda resurgir. Hace falta el esfuerzo coordinado de empresarios, de trabajadores y de toda la sociedad. 

7 de febrero de 2016

Cambios en el modelo eléctrico (II): el equilibrio entre la oferta y la demanda de energía eléctrica

En los más de 100 años transcurridos desde la generalización del modelo básico de generación centralizada y distribución eléctrica en corriente alterna (AC) hemos sido capaces inventar electrodomésticos (lavadoras, aspiradoras, neveras, radios, televisores, lavavajillas, hornos microondas), componentes industriales (radares, microelectrónica, electrónica de potencia, circuitos integrados, biotecnología, satélites, rayos laser, microprocesadores y ordenadores, fibra óptica, GPS), y multitud de productos de consumo (tarjetas de crédito, cajeros automáticos, códigos de barras) con un avanzado contenido tecnológico.

Y sin embargo no hemos sido capaces de mejorar los principios básicos de la generación eléctrica centralizada y el transporte y distribución a largas distancias. ¿A qué se ha debido esto? ¿Qué nos ha faltado? Esta falta de avances se ha debido a un modelo de oligopolio eléctrico en el que, simplemente, nos ha faltado inteligencia. 

Según una analogía inspirada en “el aprendiz de brujo”, empleada por el consultor británico Peter Rolton, la red eléctrica de cualquier país se podría asimilar a un gran cubo de agua con muchos grifos conectados a él. Desde distintas mangueras (las distintas fuentes de generación) se va echando agua al cubo y los muchos grifos de salida los van abriendo y cerrando los distintos consumidores eléctricos. El problema de la red eléctrica es que no hay ninguna interlocución, ningún diálogo, entre las mangueras que llenan el cubo con agua y los grifos que lo vacían: el agua se vierte al cubo sin ningún control, de forma que en unas ocasiones no hay agua para todos mientras que en otras ocasiones sobra agua y se derrama del cubo.

A todo este lío contribuyó de forma importante el invento perverso el contador eléctrico, por el cual, en vez de facturar por un servicio (iluminación) se factura por un producto (energía eléctrica) que es el resultado de un proceso (generación y distribución) en el que no hay interlocución entre la oferta y la demanda. Recordemos que la energía eléctrica en corriente alterna (AC) no se puede almacenar.

Durante medio siglo los aprendices de brujo eléctricos que han estado llenando el cubo de agua en España se las han arreglado para que se aplique a los sedientos consumidores una factura eléctrica cada vez más indescifrable en la que el cobro por la energía es una parte mínima y se cobra por unos servicios que nada tienen que ver con la entrada / salida de agua del cubo. 

Hasta hace un par de décadas hemos podido aguantar así porque era posible subir o bajar el caudal de agua en las mangueras (generación eléctrica en carga base, de forma permanente, a partir de combustibles fósiles o nuclear, con una cierta flexibilidad para subir o bajar carga) para adaptarse a la demanda, al consumo en los grifos. Sin embargo en la actualidad, con la reducción en la generación eléctrica fósil, la escasez de capacidad de generación y la llegada de las tecnologías renovables todo este escenario ha cambiado. 

Debido a las Directivas de la UE de fomento de las fuentes de energía renovables, con una cantidad creciente de energía eólica y energía solar en el mix de generación eléctrica, la madre Naturaleza está poniendo sus manos en las mangueras que abastecen al gran cubo de agua. La Naturaleza se ha movido, al menos en parte, hasta el puesto de mando de la generación eléctrica. Sin embargo, la Naturaleza no se puede encender y apagar, ni se puede subir o bajar el caudal del viento o del sol. El viento sopla o no sopla, el sol brilla o no brilla. Las energías renovables (salvo la biomasa) son intermitentes en cuanto de generación eléctrica, lo que complica su integración en la red eléctrica. 

Por ello se han construido centrales de generación eléctrica (con gas natural) de respaldo, que están generalmente ociosas, y son capaces de entra en funcionamiento para cubrir puntas de demanda. El resultado en la tarifa eléctrica es que hay que pagar por una energía que ni se genera ni se consume.

En esta situación, para poder asegurar que podremos satisfacer nuestra demanda de energía eléctrica cuando surja (es decir, en cualquier momento) debemos ser más creativos en nuestra gestión de la energía eléctrica. Y para conseguir esto es esencial disponer de una red eléctrica realmente inteligente que responda a la demanda y a la oferta, en vez de a horas arbitrarias del día u otros artificios ideados por los aprendices de brujo y publicados en el Boletín Oficial del Estado.