El sector de la edificación ha sido poco consciente del gran
impacto ambiental que supone el elevado consumo de recursos naturales. Algunos
fabricantes de materiales de construcción se han centrado en considerar la
reutilización y/o el reciclaje de sus distintos productos y solo unas pocas
empresas pioneras han empezado a considerar cómo ser capaces de deconstruir (un
término procedente de la filosofía) edificios y volver a reconstruirlos en otro
lugar.
Estas interpretaciones no van en absoluto descaminadas; de
hecho en determinadas circunstancias deconstruir un edificio y luego emplear
componentes rehabilitados o refabricados en otro emplazamiento puede ser la
alternativa más adecuada. Sin embargo, con esta vía el sector de la edificación
se arriesgaría a crear una solución para un problema que no es el más
importante que (todos) debemos resolver. Esto se debe a que los conceptos de
economía circular encajan mejor con productos de grandes ventas y vida corta
(electrónica de consumo).
Si diseñamos edificios para que duren 30 años con la
intención de sustituirlos luego varias veces podríamos terminar usando más
recursos que si hubiésemos diseñado un edificio adaptable capaz de durar de
forma continuada durante 100 años o más. El problema real que debemos resolver
es cómo diseñar, construir y mantener edificios sanos que sean capaces de
acomodarse a las necesidades cambiantes de varias generaciones de ocupantes a
lo largo de un siglo, y que a la vez se empleen el mínimo posible de recursos
naturales.
Por tanto para el parque edificatorio construido es preciso
hacer una interpretación de la economía circular con un planteamiento diferente
a muchos de los modelos existentes que hemos diseñado para bienes de consumo.
Este nuevo planteamiento debe incorporar como esenciales los principios de
longevidad (durabilidad), calidad y adaptabilidad, y además fomentar la
colaboración en toda la cadena de valor de forma que los edificios puedan mutar
de un uso residencial a doméstico o viceversa, sin necesidad de demolición.
En esta línea el Comité de Sostenibilidad de la Asociación del Ladrillo británica ha descrito un modelo con “las cuatro bases de diseño”
que facilitan la transición del parque edificatorio construido hacia la
economía circular, tal como se muestra en la imagen siguiente.
Estas 4 bases de diseño ofrecen aplicaciones prácticas de
los Principios 2 y 3 de la economía circular, tal como los ha definido la
Fundación Ellen McArthur en 2015.
1) Diseño para la longevidad (durabilidad). Emplear
componentes duraderos en tejados, suelos y paredes y considerar al edificio de forma integral (construcción,
uso, consumo) para optimizar sus características energéticas y ambientales.
2) Diseño para el servicio. Mejorar la experiencia del
usuario (ocupante del edificio) en cuanto al uso de materiales de calidad, con
poca necesidad de mantenimiento, no tóxicos y no alergénicos. El diseño, la
distribución y los acabados del edificio debieran enfocarse al bienestar de sus
ocupantes y -en edificios de oficinas- a
facilitar la productividad de los empleados que trabajan en su interior.
3) Diseño para la reutilización y la rehabilitación (a
múltiples escalas). Poder actualizar o reparar los elementos fijos (muebles en
la pared) así como renovar el mobiliario. La disposición del edificio debiera
proporcionar espacios adaptables, permitiendo a sus ocupantes cambiar el uso de
los espacios interiores (por ejemplo, de salón a dormitorio). Y a nivel macro
el diseño de los edificios también debiera tener en mente posibles cambios de
uso de todo el edificio (por ejemplo, de comercial a residencial)
4) Diseño para poder recuperar los materiales. Herramientas
como BIM van a permitir a los propietarios (gestores de activos) prever planes
de mantenimiento para equipos e instalaciones (como calderas o paneles solares)
y también identificar a los fabricantes de los componentes originales para
permitir su reparación en vez de su sustitución. En el caso de una demolición, BIM
también proporciona a los contratistas una precisa lista de materiales de forma
que se puedan fijar objetivos de recuperación y reutilización de componentes.
Esta visión de la economía circular establece que el
edificio (residencial o comercial) es el producto final y que cada uno de los
materiales de construcción (ladrillos,
bloques o tejas) son sus componentes. Esta distinción resulta clave para
aplicar los conceptos de la economía circular como un planteamiento global, que
invite a todos los agentes de la cadena de valor (promotores, arquitectos,
constructores, propietarios, administración local) a considerar el impacto de
su función para conservar o ampliar el valor de los componentes (y de los
recursos naturales) dentro del edificio.
Además este nuevo modelo británico también tiene en cuenta que la
toma de decisiones por los seres humanos tiene su influencia en la economía
circular, hecho que no han tenido en cuenta muchas de las primeras
consideraciones previas sobre edificación sostenible. Si los ocupantes de una vivienda
están insatisfechos con su entorno resulta más probable que decidan cambiar sus
muebles y equipamientos antes de que estos componentes alcancen el final de su
vida útil. Por lo tanto, diseñar y construir un edificio de calidad que
proporcione el bienestar a sus ocupantes va a ser un factor clase de éxito para
lograr una economía circular en la edificación.