22 de marzo de 2016

Recuperación de envases y SDDR

Para poder avanzar hacia una economía circular es preciso redoblar esfuerzos en todos los eslabones de la cadena de gestión de recursos y residuos: diseño y producción, consumo, reutilización y reciclaje, recogida y tratamiento. En el caso de los envases de bebidas el predominio de los envases de un solo uso (botellas de plástico para agua, latas de aluminio para refrescos y cerveza) es uno de los motivos de la gran montaña de residuos que se generan en los países desarrollados.

Los requisitos de la UE en cuanto a reciclaje de envases son de un 50% vinculante para 2020, de un 70% para 2025 un 70% (propuesta) y de un 80% para 2030 (propuesta). Las administraciones públicas están haciendo más esfuerzos para aumentar la cantidad que se recicla que para mejorar la calidad de lo que se recicla

Para las principales fracciones de residuos existen sistemas integrados de gestión, que funcionan mediante contenedores. Para el caso de los envases en España existe el contenedor verde para envases de vidrio (sistema gestionado por Ecovidrio) y el contenedor amarillo para envases de plástico, latas de aluminio y bricks (sistema gestionado por Ecoembes). El éxito de estos sistemas en cuanto a las tasas de reutilización y reciclaje depende del comportamiento de los ciudadanos. Si los envases usados no van al contenedor adecuado, por desidia o por error de los consumidores, no se pueden reutilizar ni reciclar.

El canal de suministro y recogida de envases para el sector de hostelería funciona eficazmente, con unos elevados índices de recuperación, debido a que la devolución de los envases (generalmente de vidrio) se hace a la vez que se reciben nuevas bebidas envasadas. Sin embargo, en el caso de los envases de bebida de los consumidores finales, de los ciudadanos de a pie, (generalmente botellas de plástico, latas o bricks) la situación es bien distinta.

En los SIG existentes en España en el precio del producto (la bebida envasada) se incluye una cantidad extra que el productor paga al gestor (en el caso de envases no de vidrio a Ecoembes) por la recogida y el tratamiento del material (los envases de usar y tirar). Con los ingresos por esta tasa (que pagan los envasadores a Ecoembes y que repercuten en el precio de las bebidas envasadas), Ecoembes financia a las administraciones locales (las encargadas de la recogida y tratamiento) una parte de los gastos de los contenedores amarillos. Del orden del 30% de los envases de bebidas se recogen en estos contenedores.

En España se consumen cada día más de 50 millones de envases de bebidas (más de uno por persona y día), sin contar botellas de vino ni bricks de leche. De ellas casi 30 millones no se recogen, por lo que no se pueden reutilizar ni reciclar, por lo que son vertidas (en su mayoría) o incineradas (en su minoría). En muchas ciudades el paisaje urbano incluye con frecuencia latas de aluminio, botellas de plástico y bricks tirados en la calle (de botellones).

En entradas previas se ha visto la gran importancia que han dado nuestras administraciones en toda la UE en alcanzar los niveles de reciclaje fijados por la normativa, siendo para ellas secundario la calidad de este reciclaje, es decir, la calidad de la recogida y devolución.

Una idea -surgida en Noruega en 1999- pero impulsada en Alemania a partir de 2003- es el sistema de depósito, devolución y retorno de envases (SDDR), nacido con pretensión de que los residuos puedan llegar a transformarse en recursos y considerado como algo complementario (adicional al contenedor amarillo), no sustitutivo de los sistemas integrados de gestión.

En Alemania el SDDR fue lanzado por la ONG Deutsche Umwelthilfe y está gestionado por la DPG (Deutsche Pfandsysteme GmbH) . El SDDR también está en funcionamiento en algunas regiones de Suecia, EEUU y Australia.

Como evolución de la clásica “devolución del casco” de hace 40 años -cuando la proliferación de grandes superficies alteró nuestros hábitos de consumo- en la misma tienda donde se compran las bebidas, con el SDDR se cobra una cantidad extra (una fianza de por ejemplo 0,10 ó 0,20 €) al comprar la bebida, que se devuelve al retornar el envase. Este sistema pretende incitar al dinamismo del consumidor, recoger el envase sin contaminarse con otras fracciones de residuos y evitar el error de no atinar con el contenedor adecuado.

El SDDR implica instalar máquinas tragaenvases en los locales de venta de las bebidas (tiendas, grandes superficies), en un concepto de vending inverso, donde el consumidor introduce un producto y la máquina devuelve dinero.

Pero el concepto teórico hay que aterrizarlo en la realidad social de cada región y ciudad. Un tema candente es quién es el propietario de los envases una vez devueltos (en Alemania el propietario es el dueño de la tienda, que los puede vender como materia prima a un precio de mercado; en Escandinavia el propietario es el SIG, que paga a los comerciantes un % de los envases recogidos en su comercio)-

En Alemania un 80% de los envases de bebidas se recogen mediante máquinas tragaenvases instaladas en grandes superficies y un 20% se recogen de forma manual en pequeños comercios. Las máquinas SDDR en los centros comerciales pueden ser un reclamo para atraer a nuevos clientes (lo que va en contra del pequeño comercio). Hay que tener en cuenta la particularidad del mercado cervecero alemán, caracterizado por un elevado consumo de cerveza y mucho consumo de cerveza local. Mucha de la cerveza destinada al consumidor final alemán se vende en botellas de cristal, en vez de en latas y además hay muchas embotelladoras de cerveza locales, lo que favorece la logística para la reutilización de las botellas, en vez de su reciclaje.

En España asociación Retorna propugna desde hace años la implantación de sistemas SDDR enfocados exclusivamente a los envases de bebidas, insistiendo en la importante generación de empleo verde que podría suponer. Por su parte Ecoembes no parece mostrarse tan optimista y ha hecho público su escepticismo. En los últimos tiempos, para cada argumento esgrimido por una parte ha surgido un contra argumento por la otra.


Una opinión muy fundamentada sobre este tema queda recogida en un artículo del blog del recientemente desaparecido Carlos Martínez Orgado, donde se cuenta que el último gobierno socialista encargó en 2010 a la entidad que Carlos presidía un estudio sobre la aplicabilidad en España de un SDDR “como el alemán”, cara a la publicación de la Ley 2/ 2011 de residuos, que trasponía (con retraso, como de costumbre) la Directiva 2008 / 98 marco de residuos. En este artículo, fechado en Febrero de 2011, Carlos narra -con su habitual ironía- los motivos del nacimiento del SDDR en Alemania (para mejorar las cifras de recuperación de envases) y la picaresca teutónica que se pretendía importar en España. Y terminaba confesando que el Ministerio de Medio Ambiente acabó por olvidarse de la idea de implantar en España el SDDR, aunque la nueva Ley habilita a las autoridades ambientales (autonómicas) a instalar sistemas SDDR para determinados tipos de envases.

Existe un riesgo evidente de que los argumentos técnicos y científicos queden relegados en este debate, y que se tomen decisiones basadas en dogmas y prejuicios. Al margen de cifras y contracifras, lo que es evidente es:
 
- Que falta aclarar quién pagaría y cómo se financiarían las máquinas tragaenvases (más de 20.000 máquinas a más de 20.000 € cada una), si fuese al margen de Ecoembes. Además haría falta una logística de recogida adicional para las máquinas SDDR. Esto se puede ver como un sobrecoste superfluo o como un yacimiento de empleo verde.
- Que con el sistema SDDR no se consigue la reutilización de los envases, sino que el 100% va a reciclado.
- Que no resulta válido para otro tipo de envases como envases de yogur, latas de conserva, tubos de pasta dentífrica, bandejas de porexpan, sprays, y muchos otros.
- Que la referencia de Alemania no es aplicable tal cual a España, donde hay muchos más envase per capita y muchas más latas de cerveza. Y además en España la cerveza habitualmente no se produce y embotella localmente. Ojo con copiar mal.
- Que no basta con recoger, luego es preciso procesar (en instalaciones bien diseñadas y bien operadas) para recuperar y reciclar; si no es así siempre hay el riesgo de que todo el esfuerzo acabe en un vertedero…

Lo que también es evidente que, aparte del debate sobre la viabilidad o conveniencia del sistema SDDR -que no deja de ser un tema secundario- es preciso poner el foco en un nuevo sistema de producción y consumo sostenibles, explorando nuevas posibilidades que mejoren la gestión de residuos, siempre abordadas desde el rigor técnico. Y, volviendo al primer párrafo de este artículo, una cuestión prioritaria es la búsqueda de alternativas a los envases de un solo uso.

20 de marzo de 2016

Cambios en el modelo eléctrico (III): la generación distribuida

Hasta hace unas décadas la mayoría de la energía eléctrica consumida era generada de forma centralizada en grandes centrales eléctricas y luego era transportada y distribuida mediante grandes infraestructuras (líneas eléctricas y subestaciones) hasta los puntos de consumo. Al ser negocios muy intensivos en capital existe una vinculación histórica ente la banca y las compañías eléctricas.

Este modelo convencional, centralizado y basado en los combustibles fósiles (carbón y petróleo) y nucleares, está totalmente condicionado por la necesidad de ajustar la oferta a la demanda eléctrica, con la generación alejada del consumo y los consumidores como agentes pasivos.

Esto fue así hasta las crisis del petróleo de los años 70 del siglo XX. Si toda crisis supone cambios, esta gran crisis del petróleo fue el detonante de grandes cambios en el mundo de la energía, que acabaron por desplazar al petróleo y sus derivados del sector de la generación eléctrica. Pero ha habido muchos más cambios.

En 1976 Amory Lovins, un joven físico estadounidense publicó un artículo titulado Energy strategy: the road not taken?. En contra del discurso oficial de todos los expertos, de seguir en la vía de los combustibles fósiles y nucleares, el visionario Lovins proponía una vía alternativa, basada en las energías renovables y en la eficiencia energética. En el artículo se indicaba claramente que ambas vías, la vía dura, que miraba al pasado y la vía blanda, que miraba al futuro, tenían sus dificultades, pero que los problemas de cada alternativa eran muy distintos. Y además se resaltaba que ambas vías eran mutuamente excluyentes, puesto que cada una exigía infraestructuras, inversiones, agentes y actitudes que impiden la otra, por lo que era preciso tomar una decisión. Evidentemente, la respuesta del lobby energético (petrolero) estadounidense fue fulminante, desacreditando estos planteamientos y calificando a Lovins de iluminado irresponsable, capaz de conducir al país a constantes apagones.

Era necesario un compromiso para desarrollar fuentes de energía renovables, con la calidad y la escala necesarias para un uso final de la energía eléctrica. Afortunadamente en Europa, inicialmente de la mano de los Verdes alemanes -inspirados en la visión de Amory Lovins- se empezó a fomentar a las distintas tecnologías de generación eléctrica a partir de fuentes renovables, ya sean basadas en el aprovechamiento de los flujos de la biosfera (eólica, solar) o de la litosfera (geotermia). De esta forma se redefinieron las relaciones entre los poderes públicos, los tecnólogos y la sociedad civil. La voluntad política alemana, donde todo al arco parlamentario ha apoyado a largo plazo y sin fisuras a las energías renovables y a los proyectos energéticos ciudadanos y cooperativos, ha creado un marco que permite que los ciudadanos accedan al sistema eléctrico. Este impulso ha permitido contar con empresas europeas (y también españolas) erigidas en líderes mundiales en energías renovables.

A diferencia de otros países (Alemania, Dinamarca) la ciudadanía española no ha participado -salvo contadas excepciones- en la propiedad de las instalaciones de generación eléctrica renovables. Una de las excepciones han sido los huertos solares, una experiencia desastrosa y un ejemplo de cómo no hay que hacer las cosas (mala planificación, decisiones con efecto retroactivo, etc).

Así que, durante muchos años, el suministro de energía eléctrica a los más de 14 millones de hogares españoles ha sido una balsa de aceite, en la cual los sumisos abonados han recibido pasivamente el suministro procedente del mix eléctrico controlado por los aprendices de brujo, y sujeto a los vaivenes del mercado eléctrico. Y por supuesto, con los sumisos abonados pagando religiosamente su factura.

Pero esto va a cambiar, va a cambiar en breve y va a cambiar mucho. En energía está casi todo hecho, salvo en el sector terciario. Y es en los edificios donde es preciso actuar con convicción. A pesar de los palos en la rueda de los Gobiernos, movidos por la patronal eléctrica, cada vez más ciudadanos, conscientes de su poder de decisión como consumidores, se plantean instalar paneles solares FV (u otro tipo de generación eléctrica local) y convertirse en productores / consumidores de energía eléctrica. Al acercarse la generación eléctrica al consumo el sistema eléctrico se descentraliza. El suministro eléctrico va a pasar, de ser un mercado controlado por las 5 grandes empresas eléctricas de UNESA a estar gestionado por 50.000 generadores / consumidores.

Otros motivos de preocupación para las grandes empresas eléctricas son:

- la mayor conciencia ciudadana sobre el ahorro y la eficiencia energética y el uso de medidores de consumos eléctricos, que permiten a los consumidores descubrir dónde se gasta electricidad de forma superflua; los años de crecimiento anual del consumo eléctrico del 5% no volverán 
- los avances en el desarrollo de baterías eléctricas domésticas, capaces de almacenar la energía suficiente para el consumo eléctrico de toda la vivienda
- la normativa comunitaria sobre eficiencia energética en edificios y el concepto de edificio de consumo energético casi nulo (NZEB)

En este escenario de cambios, y dentro de la amenaza del cambio climático, toca elegir entre dos posibles enfoques: o buscar el interés económico de las empresas (los aprendices de brujo, la mirada al pasado) o buscar el interés social de los ciudadanos (la mirada al futuro). Alemania y su transición energética constituyen un espejo donde mirarse para abordar retos energéticos. Y recientemente el presidente alemán Joachim Gauck ha concedido a un veterano visionario, Amory Lovins, el galardón de la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito (Bundesverdienstkreuz, erste Klasse) por su visión y su liderazgo intelectual en la conceptualización de la transición energética. Los poderes públicos, al legislar, deben tomar partido. Hasta ahora en España se ha legislado descaradamente a favor del oligopolio. En esta España sin gobierno ¿se atreverán los poderes públicos -cuando los haya- a seguir haciéndolo en el futuro?

8 de marzo de 2016

Lecciones aprendidas sobre desarrollo urbano

Vivimos en un mundo caracterizado por su creciente población, por un % creciente de su población urbana y sumido en una crisis generalizada. Los datos del Banco Mundial resultan elocuentes. La capacidad de una ciudad o región que esté expuesta a una amenaza para adaptarse y resistir sus efectos se llama resiliencia urbana. En este planeta, amenazas como las desigualdades sociales, la insalubridad, la energía y el cambio climático o la inseguridad se podrán paliar si se abordan actuaciones urbanísticas certeras o bien seguirán aumentando si se sigue fracasando en el urbanismo mundial.

El próximo mes de Octubre se celebrará en Quito la conferencia de ONU Habitat III, que deberá guiar el crecimiento urbano durante las próximas décadas. La mejora de la calidad de vida y el desarrollo económico de nuestras ciudades y regiones dependerá del grado de cumplimiento de estas guías y de una nueva visión sobre el desarrollo urbano, sobre todo en los países emergentes.

A nivel global las últimas décadas han sido incapaces de detener el crecimiento de las desigualdades sociales y de los asentamientos informales (chabolas, etc) sin acceso  a servicios básicos como agua, saneamiento y energía eléctrica.

Tras años de debates, acuerdos y compromisos no cumplidos, ahora nos toca actuar para transformar los asentamientos urbanos en lugares económicamente productivos, socialmente inclusivos y medioambientalmente sostenibles, poniendo e los ciudadanos en el centro de todas las políticas municipales y regionales. Y para poder actuar con criterio en cuanto a planeamiento urbano conviene tener en cuenta una pequeña lista de lecciones aprendidas

1 Las ciudades son significativas. Más del 50% de los habitantes del planeta viven en ciudades. Por tanto para crear un planeta sostenible hay que crear ciudades sostenibles. Pese a que las ciudades solo consumen una pequeña parte del territorio del planeta (3%) su impacto sobre el territorio y sobre los recursos es significativo. En lo sucesivo debemos tener esto en cuenta al planificar cómo dar acomodo a poblaciones urbanas crecientes.

2 El punto de ambición. Tenemos que cambiar nuestra mente y pasar de pretender hacer lo suficiente a pretender hacer algo estupendo; ponernos el listón alto y trabajar duro para poder superarlo. En vez de comparar nuestras ciudades con otras similares en tamaño o status, debiéramos compararnos con las mejores. Una comparativa a fondo con las ciudades punteras nos mostrará dónde podemos mejorar y nos dará la motivación necesaria para llegar a ser estupendos. Nos debemos exigir a nosotros mismos para pensar en grande y tratar de llegar a lo mejor, en vez de estar cómodos con lo suficientemente bueno.

3 Hay multitud de oportunidades. Las ciudades más avanzadas tienen un gran impacto en cuanto a innovaciones urbanas. Algunas se han hecho con un nombre propio en cuanto a referencias en desarrollo urbano mediante un sistema extensivo de aparcamientos y la ampliación del transporte metropolitano. Sin embargo se puede hacer mucho más. Por suerte hay oportunidades por todas partes, desde recuperar solares abandonados y espacios ocupados por el tráfico rodado hasta ampliar los carriles bici.

4 La colaboración es crucial. No podrá haber cambios significativos sin la colaboración de todos los actores relevantes. Las ciudades y los gobiernos debieran trabajar conjuntamente con las empresas privadas, con el mundo académico, con ONGs y con fundaciones para compartir perspectivas y construir ideas sobre una base común. Compartir el conocimiento es una necesidad y es un deber.

5 El reciclaje urbano. Se debe contemplar no solo la expansión natural de las zonas urbanas, sino recuperación de espacios urbanos en desuso y regeneración de barrios, para lo que es precisa una total complicidad con los residentes. Es preciso una mayor densificación urbana y periurbana para que la ocupación de suelo deje de ser proporcional al crecimiento de la población.

6 Mirar más allá del medio ambiente. Es habitual asociar la sostenibilidad con la calidad ambiental, pero es preciso incluir también en los planes de futuro la sostenibilidad social y la económica. A largo plazo esta visión ampliada de la sostenibilidad deberá ayudar a crear ciudades más robustas y resilientes.

3 de marzo de 2016

Los servicios ambientales que nos prestan los ecosistemas

Desde siempre la actividad humana se ha desarrollado en estrecha relación con la naturaleza. La agricultura, la ganadería, la pesca y la actividad forestal proporcionan y se benefician de los distintos servicios ambientales que nos presta la naturaleza.

Los ecosistemas son sistemas biológicos formados por un medio natural y por las comunidades de seres vivos que viven en él. En la tierra que se recoge con una palada de excavadora hay más microorganismo vivos que habitantes en todo el planeta (miles de millones). Los ecosistemas constituyen un nivel de organización de la naturaleza más delimitado que la ecosfera y pueden ser bosques, selvas húmedas, ríos, lagos, humedales, pastizales, arrecifes de coral o dunas costeras. Debido a la existencia de ecosistemas a nuestro alrededor obtenemos determinados productos y servicios ambientales que nos ofrece (gratuitamente) la Tierra Madre

Estos ecosistemas nos prestan a los seres humanos una serie de servicios ambientales que no hemos reconocido y valorado hasta que los propios ecosistemas y los servicios ambientales que nos proporcionan se han visto presionados y amenazados por nuestra irresponsabilidad (la extracción descontrolada de materias primas, el vertido indiscriminado de residuos, los cambios de uso del suelo, la alteración de los ciclos bio-químicos o la destrucción y fragmentación de hábitats...).

En 1973 el economista Ernst Friedrich Schumacher introdujo el concepto de capital natural en su libro Small is beautiful, donde exponía que los recursos naturales se consideran unos ingresos prescindibles, cuando deberían ser considerados como capital, ya que no son renovables y están por tanto sujetos a un eventual agotamiento.

El Convenio sobre la biodiversidad firmado en Río de Janeiro en 1992 definió la biodiversidad como la variabilidad de los organismos vivos de cualquier fuente, e incluyó el compromiso de proteger los ecosistemas, los hábitats naturales y de mantener poblaciones viables de especies en entornos naturales. A raíz de este convenio, para poder proteger los ecosistemas, se comenzó a investigar, a analizar, a hacer inventarios de los distintos ecosistemas.

Una de las formas de protección de los ecosistemas es el pago por el disfrute de estos servicios ambientales. Por ejemplo el economista danés Sven Wunder, tras estudiar la deforestación de la selva amazónica, propuso para el mundo forestal establecer acuerdos entre los propietarios de los terrenos y los beneficiarios de los servicios que proporcionan los bosques. En nuestra mentalidad capitalista, los mensajes medidos en dinero debieran ser más comprensibles, pero en la práctica las ha resultado muy difícil de encajar.

En su libro de 1997 Nature services: societal dependence on natural ecosystems la bióloga Gretchen Daily, de la Universidad de Stanford explicaba nuestra dependencia de los servicios ambientales que nos presta la naturaleza y hacía unas reflexiones sobre su valor económico. En esta misma época, el economista Robert Constanza, junto con otros autores, estimó el valor de los servicios ambientales en 33.000 M$/a, aproximadamente el doble del PIB global del planeta (en 1997). Este valor actualizado a 2014 era del orden de 144.000 M$/a. Pese a este enorme valor económico la preservación de los ecosistemas y de los servicios ambientales no recibe la atención normativa necesaria. 

El informe de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de 2005 define los servicios de los ecosistemas como aquellos los beneficios, tanto directos como indirectos, que obtenemos los seres humanos de los ecosistemas” y establece 4 categorías:


- Servicios de soporte, necesarios para la existencia del resto de servicios: espacios para la dispersión y reciclaje de nutrientes, la dispersión de semillas, la producción primaria
- Servicios de regulación, beneficios indirectos debidos a la regulación de procesos cíclicos: captura de CO2, descomposición de materia orgánica, purificación del agua y del aire, polinización de cultivos, control de plagas- Servicios de abastecimiento, los beneficios materiales que se obtienen: alimentos, agua, minerales, productos bioqímicos o farmacéuticos, combustibles
- Servicios culturales, los beneficios inmateriales: enriquecimiento cultural, ocio, desarrollo cognitivo (descubrimiento científico)

Este mismo informe indica que las dos terceras partes de los servicios ambientales de todo el mundo están amenazados o en declive. Esto afecta a nuestra salud, a nuestra calidad de vida y a nuestra economía. Los recursos naturales y los servicios ambientales son la base de la agricultura y la alimentación del planeta.

La biodiversidad nos afecta por igual a todos, desde individuos hasta organizaciones multinacionales. Ya sea mediante su equivalente monetario o debido al puro egoísmo por nuestra supervivencia como especie es imprescindible que nos concienciemos sobre la relación entre el bienestar humano y la conservación de las funciones básicas del planeta, que son posibles gracias a estos servicios ambientales que gratuitamente nos presta la naturaleza. Además la protección de la biodiversidad abre oportunidades empresariales para abordar nuevos mercados o nuevas áreas de negocio.