8 de enero de 2017

Ciencia, política, religión y medio ambiente (II)

Ante la ineficacia de las acciones políticas para combatir el cambio climático una alternativa es recurrir a lo espiritual. El convenio de las Naciones Unidas habla de las consideraciones morales sobre las actuaciones para hacer frente al cambio climático. Para canalizar y arraigar estas nuevas motivaciones en cada uno de nosotros los líderes religiosos internacionales pueden jugar un papel relevante. 

Pese a las ancestrales discrepancias entre la fe y la ciencia (alquimia, astrología), sobre todo en España, durante siglos las tradiciones espirituales del ser humano han sido plenamente conscientes de que la naturaleza es algo creado por un ser superior, de que los seres humanos no somos los dueños del planeta, sino tan solo una especie más, y de que debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para conservarlo y legarlo a nuestros sucesores. Son conocidas las argumentaciones de diferentes tribus indígenas de distintos continentes. La sostenibilidad, un concepto reciente en los países “civilizados”, es la base de sus culturas ancestrales. 

Desde hace años ha habido declaraciones conjuntas por parte de líderes religiosos, siendo destacables la declaración conjunta de los líderes de la iglesia católica y ortodoxa en 2002 y la firma del manifiesto inter-religioso de esperanza sobre el cambio climático en Uppsala (Suecia) en 2008.

En esta línea, Our Voices es campaña internacional para movilizar a la acción a los ciudadanos en base a la fe religiosa (de múltiples confesiones) y para ayudarles en su cambio particular hacia otros modelos de consumo. 


En los meses previos a las COP21 de París (Diciembre de 2015), donde se consiguieron alcanzar importantes acuerdos, tuvieron lugar diversas declaraciones en favor de la necesaria mejora ambiental de nuestro hogar común por parte de líderes de distintas confesiones religiosas. Se pueden mencionar la encíclica del Papa Francisco en 2015 (a 1.200 millones de católicos, Junio) o las declaraciones islámica (a 1.600 millones de musulmanes, Agosto) y budista (a 400 millones de fieles, Octubre).

La encíclica Laudato si, igual que el resto de documentos, pretendió influir en la COP 21 de París y tiene un importante fondo social. Afirma que el entorno humano y el natural se degradan juntos, y que no es posible afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo muy especial a los más débiles y necesitados.

Tras el rayo de esperanza del acuerdo de París de Diciembre de 2015, hace unos meses se ha celebrado en Madrid el Seminario internacional sobre cooperación entre ciencia y religión para el cuidado ambiental, con participación de un grupo de científicos, teólogos y líderes religiosos con interés ambiental, procedentes de 15 países y de 8 confesiones religiosas del planeta, donde se ha refrendado la unidad de criterio. Como resultado de este Seminario se firmó la denominada declaración de Torreciudad.

Los ciudadanos tendemos a echar balones fuera, a que los problemas los arreglen quienes los han causado (políticos, lobbys empresariales, banqueros), o bien organizaciones sociales (ONG, otras). El cambio climático es un problema global, un problema científico y un problema ético. Hay evidencias científicas, hay acuerdos políticos y hay valores éticos. Pero la cruda realidad es que quien debe tomar decisiones somos cada uno de nosotros, cambiando nuestras forma de vida en cuanto a consumo, movilidad, etc.

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