Vivimos en un mundo caracterizado por su creciente
población, por un % creciente de su población urbana y sumido en una crisis
generalizada. Los datos del Banco Mundial resultan elocuentes. La capacidad de una ciudad o región que esté expuesta a una amenaza
para adaptarse y resistir sus efectos se llama resiliencia urbana. En este planeta,
amenazas como las desigualdades sociales, la insalubridad, la energía y el cambio
climático o la inseguridad se podrán paliar si se abordan actuaciones
urbanísticas certeras o bien seguirán aumentando si se sigue fracasando en el
urbanismo mundial.
El próximo mes de Octubre se celebrará en Quito la
conferencia de ONU Habitat III, que deberá guiar el crecimiento urbano durante
las próximas décadas. La mejora de la calidad de vida y el desarrollo económico
de nuestras ciudades y regiones dependerá del grado de cumplimiento de estas
guías y de una nueva visión sobre el desarrollo urbano, sobre todo en los
países emergentes.
A nivel global las últimas décadas han sido
incapaces de detener el crecimiento de las desigualdades sociales y de los
asentamientos informales (chabolas, etc) sin acceso a servicios básicos como agua, saneamiento y
energía eléctrica.
Tras años de debates, acuerdos y compromisos no cumplidos, ahora
nos toca actuar para transformar los asentamientos urbanos en lugares
económicamente productivos, socialmente inclusivos y medioambientalmente
sostenibles, poniendo e los ciudadanos en el centro de todas las políticas
municipales y regionales. Y para poder actuar con criterio en cuanto a
planeamiento urbano conviene tener en cuenta una pequeña lista de lecciones
aprendidas
1 Las ciudades son significativas. Más del 50% de los habitantes del planeta viven en
ciudades. Por tanto para crear un planeta sostenible hay que crear ciudades
sostenibles. Pese a que las ciudades solo consumen una pequeña parte del
territorio del planeta (3%) su impacto sobre el territorio y sobre los recursos
es significativo. En lo sucesivo debemos tener esto en cuenta al planificar
cómo dar acomodo a poblaciones urbanas crecientes.
2 El punto de ambición. Tenemos que cambiar nuestra mente y pasar de
pretender hacer lo suficiente a pretender hacer algo estupendo; ponernos el
listón alto y trabajar duro para poder superarlo. En vez de comparar nuestras ciudades con otras
similares en tamaño o status, debiéramos compararnos con las mejores. Una
comparativa a fondo con las ciudades punteras nos mostrará dónde podemos
mejorar y nos dará la motivación necesaria para llegar a ser estupendos. Nos debemos exigir a nosotros mismos para pensar
en grande y tratar de llegar a lo mejor, en vez de estar cómodos con lo suficientemente
bueno.
3 Hay multitud de oportunidades. Las ciudades más avanzadas tienen un gran impacto
en cuanto a innovaciones urbanas. Algunas se han hecho con un nombre propio en cuanto
a referencias en desarrollo urbano mediante un sistema extensivo de aparcamientos
y la ampliación del transporte metropolitano. Sin embargo se puede hacer mucho
más. Por suerte hay oportunidades por todas partes, desde recuperar solares
abandonados y espacios ocupados por el tráfico rodado hasta ampliar los
carriles bici.
4 La colaboración es crucial. No podrá haber cambios significativos sin la
colaboración de todos los actores relevantes. Las ciudades y los gobiernos
debieran trabajar conjuntamente con las empresas privadas, con el mundo
académico, con ONGs y con fundaciones para compartir perspectivas y construir
ideas sobre una base común. Compartir el conocimiento es una necesidad y es un
deber.
5 El reciclaje urbano. Se debe contemplar no solo la expansión natural de
las zonas urbanas, sino recuperación de espacios urbanos en desuso y
regeneración de barrios, para lo que es precisa una total complicidad con los
residentes. Es preciso una mayor densificación urbana y periurbana para que la
ocupación de suelo deje de ser proporcional al crecimiento de la población.
6 Mirar más allá del medio ambiente. Es habitual asociar la sostenibilidad con la
calidad ambiental, pero es preciso incluir también en los planes de futuro
la sostenibilidad social y la económica. A largo plazo esta visión ampliada de
la sostenibilidad deberá ayudar a crear ciudades más robustas y resilientes.
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