23 de septiembre de 2015

Residuos y energía

Una de las características de las ciudades es que para vivir necesitan recursos existentes fuera de ellas (materias primas, alimentos, energía). El suministro de energía eléctrica en las ciudades se realiza desde grandes centrales eléctricas (hidroeléctricas, termoeléctricas, nucleares, ciclos combinados con gas natural), mientras que el suministro de combustibles se hace (en el caso del gas natural) por tubería.

En los últimos años se han instalado algunas pequeñas centrales urbanas de generación de energía en las ciudades (solar fotovoltaica, biomasa, geotermia), de carácter por ahora testimonial.

Otra de las características de las ciudades es la enorme generación de residuos urbanos, cuya cantidad crece a medida que crece la actividad económica y el consumismo de los urbanitas.

La política ambiental en la Unión Europea está basada en la conocida jerarquía de 5 niveles, donde los tres primeros son la reducción (minimización), la reutilización y el reciclaje. El último eslabón, antes del vertedero, en cualquier sistema integral de gestión de residuos es aprovechar el contenido energético de las fracciones no reciclables, la denominada fracción resto, de los residuos. La recuperación de la energía contenida en los residuos apunta en la dirección correcta hacia los objetivos energéticos y ambientales de la UE (alternativas a los combustibles fósiles, alternativas al vertedero).

La política energética de una ciudad del siglo XXI debe ser idealmente innovadora, basada en las infraestructuras regionales, empleando los recursos energéticos apropiados -idealmente autóctonos-, asequible y contemplando un horizonte de 15 – 20 años.

El uso de los residuos como combustible es tan antiguo como las modernas ciudades contemporáneas. Las centrales energéticas a partir de residuos, las incineradoras, son una infraestructura habitual en cualquier ciudad europea, sobre todo en los países que todos tomamos como referencia en cuestiones energéticas y ambientales, donde se ha demostrado la complementariedad entre la recuperación material (reciclaje) y la recuperación energética (incineración) y cuyas tasas de vertido son mínimas (<10%). 

En estos países, con climas más duros que en el Sur de Europa, sus plantas incineradoras con recuperación de energía suministran a los ciudadanos electricidad y calor obtenidos a partir de “sus” residuos. Es habitual que las plantas incineradoras estén asociadas a redes urbanas de calor y frío (district heating and cooling), que discurren por el subsuelo de las ciudades. El 10% de la energía térmica de las redes europeas de district heating procede de los residuos urbanos. El aporte de energía térmica a estas redes se suele complementar con otras centrales alimentadas por biomasa o gas natural. Las redes de calor de Mataró y de Barcelona están abastecidas por calor procedente de sus plantas incineradoras. 


En España, con unas dependencias energéticas (>70 %) y unas tasas de vertido (>60%) escandalosamente altas, la incineración de residuos ha sido una opción denostada y tan solo se aplica al 10% de los residuos urbanos.

Para reconducir esta situación, sin olvidar en ningún caso el énfasis en las 3R (no hay que olvidar el objetivo en la UE de reciclar un 50% para 2020 y se habla de subirlo a un 70% para 2030) se deben considerar seriamente las plantas de recuperación energética de residuos urbanos y, en su caso, las redes municipales de calor y frío. Para ello, aparte de informar a la población sobre lo absurdo y costoso (económica y medioambientalmente) de nuestra situación actual y lo contrastado e inocuo de la situación futura, es imprescindible que nuestros políticos tengan una visión integral y sepan coordinar nuestras problemáticas energéticas con las ambientales.

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