1 de septiembre de 2016

Predicciones erróneas sobre innovaciones (II)

El siglo XX trajo multitud de innovaciones, comenzado por el automóvil y la aviación. Se considera que el primer vuelo controlado fue el protagonizado por los hermanos Wilbur y Orville Wright a finales de 1903, en un corto vuelo de un aeroplano lanzado por catapulta, en el cual consiguieron demostrar el funcionamiento del viraje y control de un avión más pesado que el aire. Este hito contradijo las tajantes predicciones hechas en los años anteriores, en medio de una carrera entre inventores europeos y norteamericanos, por parte de científicos tan eminentes como William Thompson, Lord Kelvin, matemático y físico británico, presidente de la British Royal Society, quien había afirmado que “Las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles. Ningún globo ni avión tendrán éxito en la práctica” o como Simon Newcomb, matemático y astrónomo estadounidense, quien coincidía con Lord Kelvin: “El vuelo de máquinas más pesadas que el aire es poco práctico e insustancial, cuando no prácticamente imposible”.


Incluso tras los primeros éxitos de la aviación, hubo sonados augurios erróneos, como el comentario irónico manifestado en 1911 por  el mariscal Ferdinand Foch, héroe nacional francés, profesor de Estrategia en la Ecole Superieure de Guerre y experto en artillería: “Los aviones son unos juguetes interesantes, pero no tienen ningún interés militar”, o la declaración efectuada en 1933 por un ingeniero de Boeing, después del primer vuelo del Boeing 247, un avión bimotor con espacio para 10 pasajeros: “Nunca se construirá un avión más grande”.

Estos años coincidieron con el lanzamiento del vehículo automóvil, que vino a sustituir a los vehículos de tracción animal. Cuando en 1903 Horace Rackham, abogado de Henry Ford, consultó con el presidente de la caja de ahorros de Michigan sobre la propuesta recibida para invertir en la Ford Motor Company, obtuvo como respuesta: “Los coches de caballos están aquí para quedarse, mientras que el automóvil no es más que una novedad, una moda pasajera”.

Tras los espectaculares avances tecnológicos logrados por los distintos fabricantes de automóviles a comienzos del siglo XX, un fabricante alemán, felizmente anónimo, afirmó rotundamente: “El desarrollo tecnológico en el automóvil ha sido tan impresionante que no son esperables más mejoras en el futuro”.

Otros inventos de la primera mitad del siglo XX son el cine (primero mudo y luego sonoro), la radio y la televisión, sobre los cuales también hubo sonadas predicciones fallidas.

Cuando David Sarnoff propuso a algunos conocidos suyos en 1921 que inviertan en el negocio de la radiodifusión, una innovación con respecto al telégrafo con cable, obtuvo como respuesta: “La caja de música inalámbrica no tiene valor comercial imaginable. ¿Quién iba a pagar por enviar mensajes a nadie en particular?”. Sin embargo, Sarnoff vio el potencial de la radio como una forma de comunicarse con las masas, pues una persona (el emisor) podía hablar a muchos (los oyentes). Con el tiempo David Sarnoff llegó a ser un magnate de la radiodifusión, fundador de la National Broacasting Company (NBC) y dueño de la Radio Corporation of America (RCA).

Con el cine sonoro sucedió algo similar. Harry M. Warner, el mayor de los cuatro Warner Brothers, tratando de rebatir al incipiente cine sonoro, proclamó en 1927: “¿Quién demonios va a querer oír hablar a los actores?”. En cuanto a pronósticos fallidos sobre el éxito de películas de cine, en 1938 Gary Cooper, tras su decisión de no aceptar el papel protagonista en “Lo que el viento se llevó”, predijo que “Va a ser el mayor fracaso en la historia de Hollywood. Estoy encantado de que sea Clark Gable, y no yo, quien se estrelle”. 

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