14 de diciembre de 2014

Reciclaje (III): ¿mejor cantidad o calidad?

La Directiva 2008/98 marco de residuos habla sobre medidas para proteger el medio ambiente y la salud humana, de la sociedad europea del reciclado y establece unos objetivos de reciclaje del 50% para el año 2020. Los distintos países de la UE están trabajando para cumplir con estos objetivos de obligado cumplimiento.

En cuando a reciclaje, en 1990 (UE-12) los niveles de reciclaje de residuos urbanos eran modestos, entre el 1 y el 20% en peso. Y en 6 de los 12 estados miembro no se llegaba al 6% de reciclaje. En España no existía siquiera el Ministerio de Medio Ambiente. En la actualidad los niveles de reciclaje son elevados, del orden del 40% y superiores y los 28 estados miembro tienen unos objetivos fijados. En pura teoría, durante estos años se han descubierto beneficios en el reciclaje de materiales y de materia orgánica y se ha redescubierto la recuperación material. Y se ha invertido en costosas infraestructuras y en campañas de sensibilización, de forma que en los países más avanzados se está cerca del límite técnico de la recuperación material.

Hasta ahora la visión de la Unión Europea ha sido llegar a unos niveles notables (del orden del 40%) de recogida de fracciones reciclables. El objetivo para 2020 es llegar al 50% de reciclaje. Ahora se habla de subir estas cifras hasta el 70-80-90% para 2030, de prohibir el vertido de residuos reciclables (plásticos, papel, vidrio y orgánicos) a partir de 2025, y de prohibir el vertido de cualquier material salvo los rechazos de tratamientos previos para 2030, de forma que la UE siga siendo el paladín mundial en cuanto a reciclaje y sostenibilidad. Pero el factor principal para llegar a estos niveles no es el valor económico de los materiales recuperados, sino que el reciclaje supone una alternativa más atractiva económicamente que las cada vez más caras opciones de recuperación energética y vertido.

En los criterios de la UE siempre se pone el foco en cuánto debemos ser capaces de recoger y casi nunca en cuánto somos verdaderamente capaces de aprovechar. En cualquier actividad económica, salvo en esta, es necesario un estudio de mercado para poder ser capaces de fijar nuestra oferta. Tal como se indicaba en una entrada anterior es preciso conocer cuánta materia prima secundaria se demanda y cuánta tiene venta.

El objetivo final de cualquier programa de gestión de recursos y residuos debería ser aportar a la sociedad el máximo valor socioeconómico. Y el objetivo final del reciclaje debiera ser sustituir con funcionalidad equivalente materiales primarios por materiales secundarios (reciclados). Y para ello hay que hablar de calidad del reciclaje, más que de cantidad de materiales reciclados, por lo que es preciso un enfoque alternativo al actual planteamiento de la UE, un nuevo enfoque que suponga una auténtica gestión de recursos. Es decir, llegar al máximo valor socioeconómico combinando la preservación de recursos críticos finitos con ciclos de materiales limpios. Y hablando de máximo valor socioeconómico cabe pensar: valor para quién, valor cuándo, valor en qué ámbito geográfico.

Según este nuevo enfoque las categorías de residuos debieran establecerse según el lugar donde se generan y sus características físicas, así como según sus características químicas. Por ejemplo, los residuos de madera, con una composición química similar, surgen en distintos lugares de origen (restos verdes de poda, residuos de construcción y demolición, fracción resto, voluminosos).

Respecto a los aparatos eléctricos y electrónicos resulta casi imposible conseguir que se repare un aparato averiado. Con frecuencia el propio comercio incita a la compra de un nuevo aparato, por resultar más barato y más rápido. Esta realidad influye muy negativamente en la sensibilización ciudadana sobre la reutilización y el reciclaje.

Una buena parte de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) de la UE son enviados por barco como artículos de segunda mano hasta el puerto de Tema, en Ghana. Estos envíos viajan camuflados como donaciones de equipos tecnológicos para disminuir la brecha digital entre la UE y África y poder eludir así la Convención de Basilea del PNUMA, que prohíbe la exportación de residuos peligrosos a países en vías de desarrollo. De ellos una pequeña parte son reciclados mientras que el resto, la gran mayoría, son depositados en el inmenso vertedero de Agbogblosie, en las afueras de Accra, la capital, donde son manipulados, amontonados y quemados al aire libre. Algo similar sucede el vertedero de Olushosun en Lagos (Nigeria).

El documental de Cosima Donnoritzer emitido en TVE trata sobre la obsolescencia programada de muchos aparatos de consumo (bombillas, medias de nylon o baterías de iPods) ya que "un producto de vida eterna es una tragedia para los negocios".


Y en cuanto a residuos plásticos, la UE exporta el 46% en peso de los residuos de plástico post-consumo que se recogen para reciclar (fuente: Plastics Europe, 2013). Desde hace unos años existe un impresionante flujo de residuos de plástico desde la UE (también desde los EEUU y Japón) hacia China, con lo que una buena parte pueden ser residuos peligrosos (explosivos, inflamables, dañinos, tóxicos) y se exporta el riesgo de una manipulación no responsable. Además también se exporta contaminación adherida a estos residuos plásticos.

Así que el cumplimiento de las cuotas de reciclaje de plásticos en algunos estados miembro de la UE como el Reino Unido o de otros países (México) depende de la exportación de residuos plásticos a China y Hong Kong (en un 87%) y a otros países (13%). Los destinos de estos residuos plásticos pueden ser valorización energética como combustible, grandes centros de reprocesamiento o empresas sin reglas, sin inspecciones y sin normas de calidad.

El documental de Nicola Albrecht, corresponsal en Pekin de la ZDF, el segundo canal de la TV pública alemana, pese a estar en alemán, muestra claramente en base a qué está la UE cumpliendo con sus modélicos objetivos de altas cuotas reciclaje y es un aldabonazo a nuestras conciencias de ciudadanos del primer mundo.


La política integrada de producto, sobre la que tanto se trabajó en la UE hace más de 10 años (libro verde en COM (2001) 68) tratando de trabajar sobre la demanda y vincular esta demanda sobre la recogida, parece haber quedado en el olvido. Una de las 7 iniciativas emblemáticas que forman parte de la Estrategia Europa 2020 para generar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador es “una Europa que utilice más eficientemente sus recursos”. A la vista de la triste realidad que se aprecia en los documentales anteriores, la UE debiera cuestionar seriamente la bondad de "reciclar" mucha cantidad, con muchas cifras difíciles de verificar y ser consciente de que con esta "solución" estamos creando una patata caliente en África y en Asia.

Desde Febrero de 2013, China ha comenzado a inspeccionar sus importaciones de residuos de papel, plásticos, electrónicos o chatarras férricas (operación Green Fence), lo que ha complicado las exportaciones de residuos desde la UE, que, siguiendo la búsqueda de destinos con baja normativa ambiental, puede elegir ahora como destino en países como la India u otros países del sudeste asiático. ¿Se asegura antes de cualquier exportación la transparencia, trazabilidad y control de calidad de cada envío? ¿Se materializan de esta forma los supuestos beneficios ambientales y sanitarios del reciclaje? ¿Es este el resultado deseable a cambio de anunciar al mundo una alta cuota de reciclaje en la UE?

Lo que habría que hacer es centrarse en el reciclaje de calidad, en una sustitución real de materiales primarios por secundarios. Y también trabajar sobre la demanda de materiales secundarios como el compost, los neumáticos, el textil, los aceites usados, RAEE o envases. Hay que pasar a manejar menos cifras y a buscar beneficios tangibles. Esto implica crear ciclos de materiales limpios y evitar la dispersión de la contaminación.

Para empezar podríamos centrarnos sobre todo en lo realmente sostenible y de alto valor (por ejemplo en el reciclaje del PET de las botellas de agua y otras bebidas). Y en paralelo hay que trabajar sobre la demanda y la sensibilización ciudadana, con políticas e instrumentos que incentiven la reparación de enseres y aparatos eléctricos y electrónicos, lo que supondrá un importante impulso a la economía social.

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