14 de julio de 2014

El quinto combustible

En el mundo actual la energía lo inunda todo, nada funciona sin energía. Los flujos de masas (agua, materiales, residuos), los estilos de vida, la movilidad, la edificación, el urbanismo y la ordenación del territorio se diseñan y funcionan en base al consumo de energía.

Desde tiempo inmemorial el hombre ha usado la leña para calentarse. Más adelante ha ido añadiendo el carbón y –a partir de la etapa industrial (desde mediados del siglo XIX)– también los hidrocarburos (petróleo y gas) para cubrir su demanda de energía térmica y también eléctrica. A partir de mediados del siglo XX se ha añadido la energía nuclear para la generación eléctrica. Y desde el último cuarto del siglo XX han entrado en escena las energías renovables (solar, eólica, biomasa, geotermia…).

Desde el descubrimiento de la energía eléctrica y su generación a nivel industrial en centrales eléctricas se han ido empleando diversos combustibles: el primero el carbón, el segundo los hidrocarburos (petróleo y gas), el tercero el combustible nuclear, el cuarto las fuentes de energía renovable…

Durante muchos años en España la política energética ha estado centrada en regular la producción eléctrica (en el régimen ordinario, en el régimen especial) prestándose muy poco interés en el consumo eléctrico. Ha habido mucha atención puesta en la producción de electricidad, y muy poca atención puesta en la demanda de electricidad. Y todos hemos vivido contentos: para las compañías eléctricas, cuanto más se consuma, más se factura y para los consumidores la factura energética era algo asequible.

Ya sea por motivos económicos, sociales o ambientales, en las últimas décadas ha crecido la percepción de que este modelo energético tiene que cambiar radicalmente. Pero la realidad es que las ciudades siguen funcionando como si los recursos energéticos fuesen ilimitados. Los políticos y los ciudadanos seguimos actuando como si los recursos energéticos que consumimos fuesen abundantes y baratos. Y además desde el punto de vista psicológico la energía es un recurso abstracto, difícil de comprender, ya que –a diferencia de otros recursos como el agua, el suelo o los materiales– la energía no se ve.

Sin embargo es factible dar la vuelta a esta situación, aunque la solución ni es fácil ni es a corto plazo. Las ciudades pueden producir energía (generación distribuida en edificios), pero sobre todo pueden ahorrar (dejar de consumir) mucha energía.

La reducción de la demanda energética debiera convertirse en un objetivo económico, ambiental y social. En España la factura energética supone entre el 2 y el 5% de los gastos de las empresas y entre el 4 y el 10% de los gastos de los hogares. Y la tendencia es creciente en ambos casos, con los consiguientes impactos en la competitividad económica y en la calidad de vida.

Lo primero que hace falta, a nivel internacional, es una política clara de fomento del ahorro energético. Las políticas energéticas y los desarrollos tecnológicos van de la mano así que, una vez alineados, será más sencilla la imprescindible concienciación ciudadana. Como ejemplo comparativo, que nos permita echar unas primeras cuentas, el siguiente cuadro compara la demanda energética de los edificios en función de sus características constructivas:


Pasar de una categoría a otra no sale gratis, supone dedicar fuertes inversiones a intervenir sobre el parque edificado, pero los resultados compensan el esfuerzo, aunque son a largo plazo.

La demanda energética media anual per cápita mundial es de 2.000 W, pero con una gran dispersión por países, oscilando entre los 12.000 W en los Estados Unidos, los 6.000 W en la Unión Europea, los 2.000 W en China, los 1.000 W en India y los 300 W en Bangla Desh (fuente).

En 1998 surgió en Suiza el concepto de “la sociedad de 2.000 W”, dentro de la Estrategia de Sostenibilidad desarrollada por el instituto federal de tecnología ETHZ de Zurich, con el objetivo de reducir la demanda energética per cápita en los países desarrollados hasta los 2.000 W, sin reducir el nivel de vida.


En 2001 el Área Metropolitana de Basilea fue la primera entidad pública en asumir este concepto, con la creación de la plataforma Novatlantis, mediante un convenio entre la administración cantonal, la industria y centros tecnológicos. En 2005 se unió el cantón de Zurich, luego el de Ginebra y desde hace 7 años están desarrollando todos juntos esta visión a largo plazo, a través de tres vías: 
  • La eficiencia en el uso de los recursos: obtener lo mismo consumiendo menos
  • La sustitución en el uso de recursos energéticos (fósiles por renovables): obtener lo mismo de otra forma
  • La sobriedad: consumir menos, aplicar el sentido común en una sociedad con acceso ilimitado a bienes de consumo
Un objetivo a tan largo plazo como 2050 permite actuar sobre el planeamiento y el diseño urbano (densificando la ciudad, buscando la proximidad en todos los aspectos), sobre los sectores de la edificación, la energía, el automóvil, sobre los sistemas de transporte y –en especial– sobre la concienciación ciudadana. Esto es mirar al futuro y lo demás son juegos artificiales.

Algunos países como Suiza llevan años avanzando en la buena dirección, la Unión Europea se muestra dubitativa mientras se ve acogotada con la amenaza de restricciones en el suministro de gas ruso, ¿Y España? Pues o bien improvisa ideas peregrinas, como limitar la velocidad en autopistas a 110 km/h para ahorrar combustible o simplemente va marcha atrás con el veto al autoconsumo decretando el pago de un chusco “peaje de respaldo” que inviabiliza económicamente la generación eléctrica distribuida en los edificios.

Por si no ha quedado suficientemente claro, el quinto combustible, el que debe tomar el testigo como principal motor del panorama energético mundial comiendo terreno a sus cuatro predecesores, es el ahorro energético. Conseguirlo es posible aunque no será fácil, y requiere altura de miras y visión a largo plazo por parte de nuestros políticos, pero el esfuerzo colectivo merece la pena. Su impacto en las balanzas de pagos, en la mitigación del cambio climático, en la creación de empleo y en la democratización de la energía va a ser espectacular.

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