4 de junio de 2017

El final de la era de la posesión material

A lo largo del siglo XX las sociedades desarrolladas se acostumbraron a una determinada forma de pensar y actuar: cada vez que se necesitaba algo (una casa, un coche, un disco de música) se compraba. Inicialmente ahorrábamos durante un tiempo hasta poder costearnos la compra, pero las ventas a plazos y el crédito al consumo dispararon la sociedad de consumo. 

Esta actitud de los consumidores, unida a unos eficaces métodos de producción y logística hicieron posible crear un tráfico global de mercancías sin precedentes. Poseer determinados bienes enseguida se convirtió en sinónimo de ser alguien. Esto lo hemos tenido grabado en nuestros cerebros: tanto tienes, tanto eres.

En la actualidad este consumismo posesivo aún domina nuestro día a día. Comprar y usar los objetos que poseemos ocupa una buena parte de nuestro tiempo y de nuestra vida. Sin embargo, desde hace unos años, de la mano de Internet, de la computación en la nube (cloud computing) y los smartphones, se aprecian indicios sólidos de cambio: la mayoría hemos dejado de comprar CDs y DVDs; cada vez se venden menos libros en papel y los jóvenes están dejando de comprar coches. Cada vez hay más cosas que antes se compraban y se guardaban y que ya no. Estamos cambiando a un nuevo modelo de consumo.

En el sector de la música aún se lanzan discos, pero son muy pocas las personas que compran el disco físico. En la práctica lo más habitual es comprar las canciones o escucharlas a demanda en plataformas digitales en Internet. Ahora se accede a la música, no se posee el soporte físico. En el sector del cine ocurre lo mismo; para ver nuestras películas favoritas hace 10 años comprábamos un DVD, mientras que ahora recurrimos a plataformas digitales para ver películas y series completas de TV. Y esto no es más que el comienzo: lo importante no es tener, sino disfrutar.

En el sector de la movilidad urbana hay iniciativas  muy interesantes. ¿Cómo sería acceder a la movilidad bajo demanda? Se podría argumentar que ya tenemos los taxis, pero un taxi no resulta tan práctico y competitivo como una plataforma digital. ¿Cómo sería en realidad el tener las ventajas de tu coche pero sin necesidad de tenerlo en propiedad (y parado más del 90% del tiempo)?

Además del coche compartido, existen ya modelos de movilidad que permiten olvidarse de la posesión de vehículos. Igual que con las plataformas digitales de música, en ciudades como Helsinki se paga una cuota mensual, se indica a una app del smartphone a dónde quieres ir y se accede al uso de metros, autobuses, taxis, Ubers, etc. Cualquier servicio es accesible para desplazarse bajo demanda, con lo que ya no hace falta la propiedad de un coche.

Este concepto de servicio bajo demanda comenzó como una simple propuesta en el sector informático, cuando las empresas clientes empezaron a pagar por acceder, en vez de comprar una licencia permanente de su software ofimático. Ahora este modelo se está expandiendo al mundo material. Empresas como Netflix (1997), AirBnB (2008), Uber (2009), Spotify (2009) Cabify (2011) fueron lanzadas tras los smartphones y funcionan bajo el modelo “como servicio”.

Estos modelos de negocio, basado en la computación en la nube, donde toda la información se aloja en servidores en Internet que dan respuesta a las demandas de servicios de los usuarios, resultan cada vez más factibles a medida que aumenta el número de sensores que nos rodean. Los servicios se prestan en tiempo real y de forma flexible.


¿Y qué es lo revolucionario de este concepto? ¿Por qué es bueno no poseer tantos objetos? Existen dos motivos principales, que están interrelacionados. En primer lugar, la posesión nos hace perezosos. En segundo lugar, el Planeta no es capaz de sobrevivir su consumimos tantos productos.

Cuando compramos algún producto de consumo enseguida nos aburrimos de él y nos olvidamos de que existen, o si no, los usamos tan solo porque los hemos comprado. El uso bajo demanda supone emplear los productos solamente cuando los necesitamos realmente (cuando estemos dispuestos a pagar por ello). Esto supone un uso de los recursos mucho más racional y efectivo. Con las plataformas colaborativas hay más personas que usan el mismo coche o el mismo apartamento.

Para fabricar un coche, un edificio o un smartphone es necesario consumir muchos recursos naturales. Y, aunque no queramos darnos cuenta, nos estamos quedando sin estos recursos. Con los previsibles avances de estas tendencias de consumo, con estas plataformas digitales, el futuro -en cuanto a huella ecológica- resulta algo más prometedor. Los servicios a demanda van a revolucionar el impacto de algunos aspectos de nuestras vidas que en la actualidad resultan claramente insostenibles, como la movilidad o la vivienda.

Y, puestos a pensar ¿es posible imaginar un mundo en el que ya no tengamos un teléfono en el bolsillo, sino que paguemos por la comunicación como un servicio bajo demanda? Puede sonar a ciencia ficción, pero algunas empresas ya están empezando a ofrecer vivienda bajo demanda e incluso ciudades inteligentes bajo demanda. Un mundo sin smartphones bien podría ser posible a medio plazo. Hay que tener en cuenta que nuestros inseparables smartphones tan solo llevan 10 años en nuestras vidas.

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