7 de febrero de 2016

Cambios en el modelo eléctrico (II): el equilibrio entre la oferta y la demanda de energía eléctrica

En los más de 100 años transcurridos desde la generalización del modelo básico de generación centralizada y distribución eléctrica en corriente alterna (AC) hemos sido capaces inventar electrodomésticos (lavadoras, aspiradoras, neveras, radios, televisores, lavavajillas, hornos microondas), componentes industriales (radares, microelectrónica, electrónica de potencia, circuitos integrados, biotecnología, satélites, rayos laser, microprocesadores y ordenadores, fibra óptica, GPS), y multitud de productos de consumo (tarjetas de crédito, cajeros automáticos, códigos de barras) con un avanzado contenido tecnológico.

Y sin embargo no hemos sido capaces de mejorar los principios básicos de la generación eléctrica centralizada y el transporte y distribución a largas distancias. ¿A qué se ha debido esto? ¿Qué nos ha faltado? Esta falta de avances se ha debido a un modelo de oligopolio eléctrico en el que, simplemente, nos ha faltado inteligencia. 

Según una analogía inspirada en “el aprendiz de brujo”, empleada por el consultor británico Peter Rolton, la red eléctrica de cualquier país se podría asimilar a un gran cubo de agua con muchos grifos conectados a él. Desde distintas mangueras (las distintas fuentes de generación) se va echando agua al cubo y los muchos grifos de salida los van abriendo y cerrando los distintos consumidores eléctricos. El problema de la red eléctrica es que no hay ninguna interlocución, ningún diálogo, entre las mangueras que llenan el cubo con agua y los grifos que lo vacían: el agua se vierte al cubo sin ningún control, de forma que en unas ocasiones no hay agua para todos mientras que en otras ocasiones sobra agua y se derrama del cubo.

A todo este lío contribuyó de forma importante el invento perverso el contador eléctrico, por el cual, en vez de facturar por un servicio (iluminación) se factura por un producto (energía eléctrica) que es el resultado de un proceso (generación y distribución) en el que no hay interlocución entre la oferta y la demanda. Recordemos que la energía eléctrica en corriente alterna (AC) no se puede almacenar.

Durante medio siglo los aprendices de brujo eléctricos que han estado llenando el cubo de agua en España se las han arreglado para que se aplique a los sedientos consumidores una factura eléctrica cada vez más indescifrable en la que el cobro por la energía es una parte mínima y se cobra por unos servicios que nada tienen que ver con la entrada / salida de agua del cubo. 

Hasta hace un par de décadas hemos podido aguantar así porque era posible subir o bajar el caudal de agua en las mangueras (generación eléctrica en carga base, de forma permanente, a partir de combustibles fósiles o nuclear, con una cierta flexibilidad para subir o bajar carga) para adaptarse a la demanda, al consumo en los grifos. Sin embargo en la actualidad, con la reducción en la generación eléctrica fósil, la escasez de capacidad de generación y la llegada de las tecnologías renovables todo este escenario ha cambiado. 

Debido a las Directivas de la UE de fomento de las fuentes de energía renovables, con una cantidad creciente de energía eólica y energía solar en el mix de generación eléctrica, la madre Naturaleza está poniendo sus manos en las mangueras que abastecen al gran cubo de agua. La Naturaleza se ha movido, al menos en parte, hasta el puesto de mando de la generación eléctrica. Sin embargo, la Naturaleza no se puede encender y apagar, ni se puede subir o bajar el caudal del viento o del sol. El viento sopla o no sopla, el sol brilla o no brilla. Las energías renovables (salvo la biomasa) son intermitentes en cuanto de generación eléctrica, lo que complica su integración en la red eléctrica. 

Por ello se han construido centrales de generación eléctrica (con gas natural) de respaldo, que están generalmente ociosas, y son capaces de entra en funcionamiento para cubrir puntas de demanda. El resultado en la tarifa eléctrica es que hay que pagar por una energía que ni se genera ni se consume.

En esta situación, para poder asegurar que podremos satisfacer nuestra demanda de energía eléctrica cuando surja (es decir, en cualquier momento) debemos ser más creativos en nuestra gestión de la energía eléctrica. Y para conseguir esto es esencial disponer de una red eléctrica realmente inteligente que responda a la demanda y a la oferta, en vez de a horas arbitrarias del día u otros artificios ideados por los aprendices de brujo y publicados en el Boletín Oficial del Estado.

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