15 de febrero de 2014

La huella de una ciudad de un millón de habitantes

En 1950 el número de ciudades con más de un millón de habitantes en todo el mundo era de 80. En 2000 eran ya más de 350 y se estima que para 2025 serán del orden de mil las ciudades con un millón de habitantes o más.

Las ciudades viven una constante transformación y su evolución es un reflejo de la vida cultural de sus ciudadanos. Si un desarrollo urbano se caracteriza por el caos, por el desprecio por el pasado, por los intereses económicos o por el afán de la novedad por la novedad, se puede deducir que, por debajo de las apariencias más o menos ostentosas, existe un vacío cultural.

Debido a su creciente relevancia económica en todas las regiones del mundo las ciudades son los motores del crecimiento del futuro. En las últimas décadas ha habido en todo el planeta un desplazamiento generalizado de población desde las zonas rurales hacia las ciudades. Como se indicó en la entrada anterior, a nivel mundial, en 2007 hubo por primera vez más habitantes en las ciudades que en el mundo rural.

En las ciudades, que ocupan menos del 3% de la superficie del planeta, se consume el 75% de la energía del mundo y se emite el 80% del CO2. La huella ecológica que dejan las ciudades (calidad del aire, ruidos, electromagnetismo) es muy superior a sus capacidades biológicas.

De forma similar a las personas, una ciudad vive; y vivir supone respirar (aire), beber (agua) y consumir (territorio, recursos materiales y energéticos). Una ciudad europea tipo, del orden de un millón de habitantes, consume diariamente 11.500 toneladas de combustibles (mayoritariamente fósiles), 320.000 toneladas de agua y 2.000 toneladas de alimentos. Y también diariamente genera 25.000 toneladas de CO2 equivalente, 300.000 toneladas de aguas residuales y 1.600 toneladas de residuos urbanos.


Un análisis sereno de estas cifras nos debiera incitar a la acción ciudadana. Pese a que sobre la ciudad dispersa los ciudadanos no podemos hacer gran cosa, salvo reforzar y usar más el transporte público, es posible actuar en ciertos ámbitos, en especial en el consumo de combustibles, de agua y de alimentos. Además de exigir unas redes de energía, agua y transporte público modernas y bien gestionadas, está en manos de la ciudadanía reducir la demanda de energía (eléctrica y para calefacción) mejorando nuestros hábitos, renovando nuestras casas e incluso generando nuestra propia energía distribuida a partir de fuentes renovables (solar, geotermia, biomasa…). También está en nuestras manos reducir nuestro consumo de agua y potenciar el consumo de alimentos locales. Y el crecimiento en el uso del vehículo eléctrico permitirá reducir sensiblemente el consumo de derivados del petróleo (de importación), el ruido y la contaminación atmosférica.

O sea, que la lucha por la reducción de las emisiones de CO2 está en manos de los ciudadanos. No depende solamente de políticas ni de acuerdos internacionales, sino que la suma de pequeñas actitudes por parte de muchos ciudadanos mínimamente concienciados puede conseguir resultados espectaculares.

Los principales retos en cuanto a sostenibilidad de la ciudad post-industrial del siglo XXI se pueden resumir en:
  • Energía: consumo, ahorro y eficiencia energética
  • Urbanismo y renovación urbana: ocupación del suelo, edificación, rehabilitación
  • Movilidad urbana y logística
  • Ciclo del agua: abastecimiento y saneamiento
  • Residuos y suelos: recogida y tratamiento de residuos urbanos
  • Calidad del aire y cambio climático
  • Biodiversidad y espacios naturales
  • Competitividad y desarrollo económico
  • Seguridad ciudadana
  • Trabajo y participación en redes
Nuestras ciudades son una imagen de la evolución de nuestra sociedad y los cambios apuntados en las conductas de los ciudadanos pueden influir notablemente en la huella de nuestras ciudades.

A nivel institucional el pujante mundo urbano deberá redefinir y reconstruir la ciudad existente, renovando los espacios urbanos y el parque edificado de viviendas. Pero solo desde una visión integral, teniendo en cuenta todos los factores y retos antes expuestos, es posible definir y planificar actuaciones integrales que permitan superar los retos existentes para que las ciudades puedan seguir siendo en el futuro un motor de desarrollo económico, social y ambiental.

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